En el 18/O se inicia también una suerte de “estallido estético”: las representaciones que regulan la aparición del espacio común (en lo fundamental en la ciudad como espacio esencial de la polis) son fuertemente intervenidas, transformadas, cuestionadas, reapropiadas por medio de la danza, los graffitis, las canciones, los ritmos, los textos que se escriben en diversos soportes o se declaman, con el fin de “mostrar” y “hacer aparecer” un “daño”, una violencia fundamental que, en un momento dado, los signos con los que se expresa la representación cometen en contra de la soberanía popular, que es la llamada a “gobernar” en una democracia.